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Neomierda.

Cero credibilidad.

Cuento Azotado.


Y estoy aquí sentado, las manos ocupadas, el cigarro humeante en la boca, el café caliente en la mesa, las lágrimas corriendo por las mejillas... y lo unico que puedo pensar es:

Todo se reduce... a esto.

Este momento y nada más.

No me dejan ninguna otra opción. ¿Querían que esto sucediera? Pues los felicito: está a un latido, dos parpadeos y un amarrar de huevos de que se lleve acabo. Gracias a todos.

¿Saben? Soy una persona simple. Entre toda la maraña de rencores, miedos, inseguridades y autoestimas por los suelos... entre toda esa añoranza de la 'felicidad'; la búsqueda incansable del 'amor' con la premisa idiota de que: "siempre hay alguien para ti"; el interminable torrente de emociones hermosas que me copaban cuando estaba con ustedes; entre todo ese pantano brumoso al que tengo a bien llamar 'alma', vive una persona. Una persona simple, para acabarla de chingar. Con gustos simples, diversiones simples, satisfacciones simples...

A mí me gustaba vivir, de hecho, me encantaba vivir. Pero ya no más. No hoy.

Ya no.

A ver, diganme: ¿A cuantos de ustedes les gusta cocinar? Pues permítamne decirles algo: a mi me gusta. Me encanta cocinar, de hecho, era para mi un placer estar en la cocina, un simple y llano placer. Para mi era lo máximo preparar desde una quesadilla, un emparedado o unos huevos, hasta un corte de carne termino medio o tres cuartos, una ensalada césar o una sopa toscana. Yo era feliz en la cocina. ¿Cuantos hombres que conocen, parvada de imbéciles, les gusta cocinar? y encima, que lo hagan bien, con buen sazón, con propiedad, que cocinen y no chingaderas. Es más, para acabar pronto ¿cuantos de ustedes conocen a un cabrón que no se le queme el cereal?

Yo no conozco a ninguno. Inútiles.

Otra cosa, que alguien me diga por favor -en especial las mujeres-, ¿cuantos hombres han visto que mantengan limpia su casa? Pero limpia, inmaculada, la cama tendida y tan bien hecha, que se puede voltear una moneda en ella... el baño tan pristinamente limpio que cuando cagues huela a lavanda, menta o a potpurri, o que cuando te bañes, puedas ver tu cara en la regadera metálica, y cuando te pedorrées, huela a bouquet francés... cuantos hombres has visto con camisas almidonadas y perfectas, trajes sastre a la medida, todo hediendo a suavisante y a limpio... ¿cuantos? ¿uno? ¿dos tal vez?

Pues bueno, asi era yo, a mi me gustaba limpiar, encontraba placer tallando y lavando. Llámenme enfermo -estoy seguro de que lo harán- pero eso me gustaba.

¿Pero a quién le estoy hablando? No hay nadie aquí, un espectáculo de esta magnitud... y nadie para presenciarlo. Que desperdicio.

Hasta ahora que hago este recuento mental, con estas manos ocupadas, el cigarro a la mitad, la ceniza en el suelo, una taza vacía de café y lágrimas secas en las mejillas... es ahora que me doy cuenta de la clase de mariconadas que me entretenían.

Dios mio, estoy apunto de llegar al límite, al borde, al punto sin retorno. Donde la mente te dicta 'no lo hagas' y el corazón te grita 'ya no más'; donde no caben los cobardes, donde levantas la mano en tu contra. Y en lo único que puedo pensar es vanalidades como cocinar o lavar... no cabe duda: Estoy jodido y en todo mi derecho de hacer lo que estoy apunto de hacer, por que simplemente, no se puede vivir así.

Carajo, de verdad es una mentira toda esa patraña del 'amor'. O al menos, es una media verdad. Por que siempre me toco a medias... siempre me tocó querer, querer sin límites ni medida, ser comprensivo, 'lindo', hacer por lo que quería, invertir tiempo, ganas, dinero, ilusiones y sueños para que después; a la vista de alguien más 'llamativo' todo se fuera a reverenda, siempre bien ponderada y nunca mal encarada doña chingada en dos rápidas palabras: "No puedo".

"No-puedo" y ya. Sansechingó. Dos palabras, tan simple y tan devastador.

A la verga. "No puedo"... en serio, lo pienso ahora. Lo pensé en su momento, cuando me concernía y todavía no lo comprendo, de verás no puedo entender el amor. Amar tanto a alguien que hasta comienze a doler, que con solo verla pasar sientas hormigas en la espalda, que con sólo sentir su caricia, por mínima que esta sea, un rozón si quieres, sientas unas tremendas e incontrolables ganas de besarla, que una mirada, una expresión, una palabra, la recuerdes todavía meses después y te alegres al recordarla, que sea lo primero en las mañanas y lo último en las noches, que hayas decidido amarla tal cual es: gratis, como viene y sin excusas, esa clase de amor que solo las madres profesan a sus hijos... todo esto, tanto, para que en un corte de dos palabras todo acabe y te quedes sin nada, con el amor cortado de tajo...

no lo comprendo, y como el amor, existen muchas cosas al igual que no alcanzo a comprender. Cosas de verdad importantes. No pendejadas sin respuesta como: ¿Ay, por que existe la guerra?, ¿Ay, por que hay hambre en el mundo? ó ¿Ash, por que hay gente mala en el mundo?

No. No es esa clase de idiotez insultante y grosera que hasta las reinas de belleza sin cerebro funcional o las pendejainas fresas se preguntan. No. Esto es algo más. Esto está directamente relacionado conmigo, con mi bienestar. Por que de esto se trata todo esto, de mi, de mi nada más. Yo yo yo yo yo.

No entiendo como nunca agarré a putazos a mi vecino, tan pendejo el, con sus lentes de pasta, su peinado de partidura en medio,con el acné que gobernaba su frente y su carita de "-no-rompo-un-plato-y-si-lo-rompo-no-fui-yo-". Puta, como me daban ganas de romperle el hocico con un martillo y las rodillas con un bat. Como me daban ganas de romperle la madre cada que ponia su pinche música de caricaturas japonesas que nada más el y sus amigos conocen...

--"Esque soy Otaku"-- decia él.
--"Esque eres un pendejo"-- le espetaba yo...

No se como no lo agarre a tubazos... no sé.

Como tampoco sé como no mandé a ponerse la pijama de madera a mi jefe. Con muchas artículos en mi cubículo hubiera cumplido mi objetivo cabalmente, la grapadora, la regla, la taza en la cual me servía la mierda de café que me daban; la pluma fuente en el escritorio;¡hasta con el pinche portafolio!, todos esos elementos dispuestos ante mí para darle Cran al jefazo y nada más no me animé, maldito calvo, con su barba incipiente y sus corbatas de tonos amarillos varios,
con sus zapatos color caramelo y su sonrisa a medias...

--Buenas-- decía siempre al saludar. --Chinga tu madre, pendejo-- siempre quise contestarle.

Puta madre. Soy un completo imbécil, ya sé por que estoy aquí sentado, las manos ocupadas, los brazos acalambrados, la ceniza en el suelo, la colilla en la mesa, restos de café seco en la taza y con la cara entumida por el esfuerzo de contener el llanto, ya sé por que me pasa todo ahora, ya se por que pasa en este momento.

En este instante donde nada tiene respuesta; donde ya perdí todo; donde no queda remedio ni nada por hacer; donde estás a punto de saltar; de escupirle a Dios en la cara; donde exiges respuesta a todas las preguntas; donde quieres vomitar la vida y todo lo que contiene; donde la mente suplica fuerte 'No lo hagas' y el corazón te implora de rodillas 'Ya no más'; donde juegas ruleta rusa con 3 balas en la recámara; donde la ira y la rabia se desatan; donde el deseo de venganza es más grande que tú; donde las salidas se cierran y solo una cosa queda en tu cabeza, un deseo permanece en tu mente en blanco. Lo reconoces, ese deseo es la libertad. Que está sola, tranquila, con una amplia sonrisa y los brazos abiertos, como esperándote... y sin inmutarse, con suave modo y dulce tono de voz te dice:

"Aprieta el gatillo"

...

Victa iacet Virtus
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