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Neomierda.

Cero credibilidad.

24.


Guardo agradables recuerdos de esta fecha en particular: levantarse rayando el alba el 25, bajar corriendo a la sala (donde estaba el arbolito) y abrir emocionado los regalos que iban ya sea unos CD'S; la colección de las tortugas ninja (el tecnodromo incluido); el tanque de los Thundercats; juegos para el Super Nintendo o incluso, el Nintendo 64 y sus juegos.

Frescos en mi memoria permanecen todas esas navidades en casa de mis tíos, con mi enorme familia sentada a la mesa cenando abundantemente. Verlos tragar como amarrados o como si se fueran a morir al día siguiente y de igual forma verlos beber como cosacos para luego salirse a tronar cohetes o prender las luces de bengala muy ligeros de ropa por la alta cantidad de alcohol en su sangre.

Recuerdo a mi abuela ir y venir por la cocina, dando órdenes precisas de como preparar esto o aquello, mientras ella misma se encargaba de cocinar uno, dos o hasta tres platillos al mismo tiempo. Recuerdo las hornillas de la estufa copadas y a su máxima capacidad. Recuerdo los chocolates, las cazuelas de barro, la cantidad masiva de comida preparada, el pisto, a mí y mis primos chicos jugando escondidas en lo que nos llamaban a cenar, recuerdo la ropa 'bonita' que me obligaban a ponerme para la ocasion y que no duraba bien puesta dos horas por andar brincoteando por toda la casa.

Recuerdo nuestra necedad incansable de abrir los regalos una vez que terminamos los dos bocados de comida que pretendíamos llamar cena y a los 'adultos' diciéndonos, una y otra vez, que nos esperáramos hasta las doce para abrirlos; motivo suficiente para aguantar despierto hasta esa hora cuando tienes menos de 10 años.

Una sonrisa se dibuja en mi cara al recordar como despedazaba el papel que envolvía los regalos cuando llegaba la hora y a mi madre gritando a voz de cuello: "No maltraten los moños! Los podemos volver a usar el año que entra!"

Recuerdo los dramas cuando nos regalaban ropa o cuando Santa Clós no nos traía lo que le habiamos pedido explícitamente en la carta que le mandamos por correo aéreo y nos traía algo parecido solamente.

Recuerdo el sudor frio de mi espalda cuando una mañana desperté a las cinco de la mañaana y bajé, sólo para ver el árbol de navidad vacío. Luego regresar blanco de miedo a mi cama pensando que Santa no cayó a mi chan por que me habia portado mal, acto seguido, el recuento mental y el examen de consciencia buscando la mancha en el comportamiento de todo el año... para bajar luego, dos horas después, y toparme con mis regalos en el árbol, junto con mis sospechas sobre la existencia del gordito que toma clases de ho-ho-ho.

Es así como las cosas van avanzando, poco a poco van cambiando los recuerdos, los espacios se reducen, las personas cambian, los sabores se acentúan, se pone más atención a los detalles, ya no recibes juguetes y tampoco viene Santa Clós; pero, por alguna razón, se disfruta más, y se atesora mejor.

Recuerdos son muchos, y son los más entrañables que tengo. Esta es una de las fechas más bellas del año; significa la oportunidad de ver personas que no ves seguido, de decir cosas que no dices casi nunca y de, por una vez en tu vida, relajarte y no pensar en nada más que disfrutar la compañía y los días placenteros que te esperan.

Es por eso que me encanta la Navidad. Y aunque no voy a recibir ni a dar nada este año, pienso que no lo necesito, pues en realidad -y aunque suene a cliché barato- todo lo bueno que tengo y me pueden dar, ya lo tengo: mi familia, mis amigos, comida deliciosa y mis recuerdos.

Estoy a punto de largarme a bañarme y a cambiarme. Solamente me queda desearles a todos los que se dignan a pasar por aquí a leer la sarta de necesades que tengo a bien escribir, que tengan feliz navidad. Y aunque no les voy a regalar nada por que soy pobre, les comparto lo mejor que tengo de éstas fechas y todo lo que este día significa para mi.

Feliz Navidad, a todos.
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