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Neomierda.

Cero credibilidad.

Memorias (parte dos).


Como lo prometido es deuda, continúo con el post sobre las memorias (y añoranzas) escolares.

Me considero una persona tranquila y afable -como ya he dicho antes-, por lo tanto, no soy dado a la confrontación. No me gusta buscar problemas, mis enemigos y mis pedos no los hago yo, vienen solitos, como a toda persona amante de la paz y el amor.

Pero siendo un puberto de secundaria, no pensaba lo mismo, pues cuando tienes 13 años te consideras la última caguama del bar, te sientes bien cabrón y que todas las puedes.

Recuerdo haberle saltado a los tiros 2 veces, una con un tipo por una dificultad en un juego de basket: marraneó bien cabrón en mi contra, le reclamé y me la hizo de pedo espetándome improperios innecesarios, producto del espíritu competitivo que sale a la superficie al candor del encuentro.
Esos reclamos e insultos los tomé como una afrenta a mi honor y exigía satisfacción. Entonces me vi obligado a resolver el pedo como cualquier morro de secundaria rozagante de testosterona lo resuelve: a putazos.

Me agarré con el tipo en el patio trasero de la escuela, recuerdo vívidamente la sensación de cuando alguien se queria trenzar a chingazos en la escuela: la noticia llegaba a los oídos de la gente como reguero de pólvora, y se comenzaban a armar conjeturas y rumores sobre los implicados: "Wey el quesos se va a agarrar con el gorila, el gorila le parte la madre peladas al quesos, pero esque el quesos tiene paro con unos cholos y ya les habló. Si el gorila le parte la madre al quesos, los c ompas del quesos lo encajuelan". Ay wey.

Y sí, me agarré con el tipo, con todos los hombres de la generación como testigos. Era una multitud la que se reúnia a ver el espectáculo. Como la plebe en tiempos del imperio romano.

Le conecté un par de putazos a la cara, y otro par al cuerpo, después me agarró y, tratando de hacer algun tipo de llave de lucha libre, me tiró al suelo, entonces la multitud se fue sobres de el y lo jaiveó, dejándolo en el suelo, a los dos de hecho. Nos levantamos, nos sacudimos el polvo, y nos dimos la mano. Todo había terminado.

La otra ocación fue con otro wey de mi mismo salón. Todo fue por el extensible de un reloj que me jodió y rompió. Eso no fue tolerado por mi parte y ahi mismo le canté unos tiros, el tipo no se amilanó y le saltó. Nos agarramos. Obviamente, llegó un maestro a detener la acción, y fuimos remitidos a la dirección a hablar con el H Director de la secundaria. El tipo sonriendo hizo que nos pusiéramos deacuerdo el vato y yo. Quedamos en que el extensible de mi reloj sería reparado. Y así fue. Al otro día lo trajo reparado, como si no hubiera pasado nada. El costo de la reparación fue la friolera de 5 (si, leyeron bien, cinco) varos. No sabíamos lo que habría de pasar años después, cuando el tipo jode-relojes se convertiria en uno de mis mejores amigos. ¿Te acuerdas Marcos? Snif.

También viene a mi memoria la estúpida clase de mecanografía y el gasto que implicaba comprar una máquina de escribir para la clase. Era una hueva ir a esa clase, a sentarse y presionar cinco veces F, espacio, cinco veces F, espacio hasta llenar la pinche hoja, y los exámenes eran una mierda, con aquel famoso "cubreteclado" para ejercitar la memoria de las teclas.
Puedo decir que lo único positivo que saqué de esa clase fue el fortalecimiento de los dedos meñiques de mis manos, por someterlos a tundir teclas, haciéndolos desarrollar fuerzas que nunca creyeron poder alcanzar.
Nunca aprendí mecanografía. De hecho, no se como pasé la clase. Después, con la llegada de la computadora, vino con ella la práctica en el teclado, ahora puedo teclear a una velocidad decente un número satisfactorio de palabras por minuto, solito aprendí.

Todavía tengo la estúpida máquina de escribir arrumbada por aquí en la casa... una olivetti roja, con teclas blancas que se traban. Bien mamona la pinche máquina.
***

Ahora eso fue solo una minúscula porción de todas las cosas que me llegaron a pasar en la secundaria. Pues pasaron muchas cosas más, y se que si hago memoria, las obtendré, pero pienso que es momento de pasar a la prepa.

Ah, la prepa. La prepa fue una etapa linda de mi vida. Llena de buenos momentos, de madurar y descubrir. Y la que más satisfacciones me ha traído y me trae. Snif, que melancolía.

Una cosa digna de destacar, fue el nacimiento de amistades verdaderas. En secundaria y primaria siempre tuve camaradas, compas de pistear o de rato. Nunca amigos. De la prepa salí siendo amigo de gente chingona con la cual trabé amistad. Amistad fincada en el respeto y apoyo mutuo, en la aceptación y la tolerancia, amistades sólidas, con cimientos firmes. Amalgamas poderosas que hasta la fecha conservo.

Recuerdo el ambiente de la escuela, relajado la mayoría del tiempo, tenso pocas veces, donde todos se llevaban con todos, y todos nos llevabamos relativamente bien, nos sentiamos en confianza, pues era una prepa chiquita, y todos nos conocíamos al menos de vista. Era como un pueblito: aunque no se llevaran todos ni se saludaran, si sabían quien era quien y si pasaba algo se sabía.

Recuerdo las clases de "Desarrollo Humano" y lo pongo entrecomillado, por que el nombre de la materia era pura pantalla. Desarrollo humano era una clase de sexualidad hardcore, donde la maestra al tenor de "Usted me dice cuando detenerme" sacaba y sacaba cosas sobre sexualidad de todos los alumnos, así como los demonios y los problemas de más de uno, de hecho, mucha gente lloraba en esa clase al desembuchar toda la mugre que lo aquejaba, sintiendose mejor después, y sintiendonos en confianza todos. Esa clase la impartía la loquera de la escuela: La maestra Abigail, que al principio nos cagaba por que sentiamos invasión de su parte. A la postre Abigail se gano nuestro cariño y llegó a ayudarnos a muchos de nosotros con nuestras broncas personales, como los profesores de la tele o las películas, pero en la vida real.

Hubo una vez, después de una expocición de física que tenía ver con el fuego o una cosa así, un tipo y yo nos quedamos con los cerillos, sonó el timbre y salimos al descanso. Al salir, el vato saca los cerillos y me reta: "¿A que no avientas un cerillo prendido al bote de la basura (cerca de la puerta, atestado de papeles?", "Ah como chingados no" le contesté, prendí un cerillo y lo aventé al bote. Todo estaba hecho, vi como un papelito se prendía. Me valió. Corrí y alcanze a mi compa el Carlos afuera del edificio, y le urgía a que nos largáramos a la primaria cuanto antes a comprar comida; mi amigo se extrañaba por la premura de mi decisión, pero se encogió de hombros.

En eso estábamos cuando el vato que me retó sale corriendo fuera del edificio, doblado de risa, le faltaba el aire y creo que hasta unas costillas se fracturó. os acercamos y le preguntabamos por que la risa, que cual era el chiste. Nos contestó que el bote se estaba quemando. Carlos y yo entramos corriendo al salón. Llegamos al umbral de la puerta y ahi parados veíamos a Marcos, a Aurora y al profesor de matematicas, cuales bomberos heróicos tratando de apagar el fuego.

Marcos bailaba alrededor del bote, manoteando sin saber que hacer, claramente desesperado. El profe le pedía que guardara la calma, marcos sugirió tomar el bote de la parte que no ardía totalmente y lanzar el bote por la ventana y que se terminara de derretir afuera. Se desechó de inmediato esa sugerencia, pues afuera habían hierbas secas, que se queman más fácil, y el 'incendio' podría empeorar. Entonces Aurora, que traía unas papitas y una coca, decidió derramar la coca sobre el bote de basura ardiente. La coca fría sofocó el fuego lo suficiente como para que el profe lo volteara y comenzara a pisar el fuego para apagarlo. Lo consiguió.

El salón quedó hecho un desastre. Olor a humo, cenizas esparcidas por el suelo, y manchas de cocacola secas, pues, por no dejar, derramaron el remanente de la soda en las brasas que quedaron en el suelo. El bote amarillo redujo su tamaño a la mitad y quedó burbujeando por el calor (era de plástico, pues era un bote de pintura) en una esquina, donde hechó humo todavía horas después.

En chinga se emprendió una cacería de brujas en contra de los culpables, osease el tipo aquél y yo merengues dulces. Se convocó a una reunion extraordinaria e inmediata en el salón y con la premisa de "Sabemos que el responsable fue alguien de este salón, y de aquí no se va nadie hasta que salga el culpable". Ya me había reido (para mis adentros) de la chusca escena de los bomberos, y luego caí en la cuenta de lo que había hecho, entonces tomé responsabilidad. No heché de cabeza a nadie, pero se sabía que habían sido dos los culpables. El otro imbécil se acobardó y no dió la cara. Me mandaron a la dirección por un reporte. El director lo llenó y lo firmó. El profesor-bombero también, y como era mi primer reporte, se quedaba en el archivo nada más, nadie se enteró fuera de la escuela. Hasta la fecha, al otro tipo todavía no le crecen los huevos y niega cualquier responsabilidad categóricamente, me la pela. Por cierto, mi sacrosanta madre no sabe que quemé el bote de basura en segundo semestre de prepa, algún día le contaré. Je.

En esa escuela siempre estábamos a la vanguardia. Eramos un grupo de estudiantes de avanzada. Avant Garde a todo lo que dá. Mientras las demás escuelas pinchurrientas llevaban dibujo técnico nada más, nosotros, siempre un paso adelante, llevábamos clases de dibujo técnico, pero en inglés. La clase era impartida por la maestra "Pat", una gordita simpaticona, que hacía de todo en esa escuela: daba geografía, lectura y redacción, manualidades, dibujo técnico, trapeaba la escuela, hacía el café, tejía macramé y planchaba por docena. Ella era un dínamo de la docencia, una máquina incansable de enseñanza, uno de los pilares en donde se apoyaba la escuela y de donde se apeaba el nivel académico. Era un ejemplo para el personal docente de la institución... ah que mamón soy, era la maestra todóloga y si faltaba un maestro ella entraba al quite siempre. Y ya.

Como les decía, ella daba dibujo técnico en inglés, pero en un inglés como de taxista neoyorquino, como el inglés de Apu Nahasapemapetilon, o de mexa primerizo en los yunaites. Con frases como, "Pút aténchon", "Nau yús de ti ruler tu dró a lain" "Plis bi cuayet" "shatap", era el momento botana del día, si no te reías en esa clase, aunque fuera una vez, esque estabas muerto.

Tambien, como ya dije, daba clase de manualidades. No, no se trata de enseñarnos a hacernos las puñetas, era sobre hacer velas, repujado, pintar yesos y todas esas gansadas para perder el tiempo en algo 'de provecho'.

Yo estaba en esa clase de manualidades, por recomendación de mi maestra de dibujo, a la que apodábamos "La chacala". A la vieja en marras le cagaba que remarcara tanto el lápiz en mis dibujos y me dijo disgustada "Te voy a mandar a que hagas repujado con Pat". Le tomé la palabra y ya no entré más a su clase. En menos de lo que dices "Chinga tu madre pinche perra malcogida" me cambié a manualidades.

Durante 4 semestres estuve en esa clase. La pasaba bien haciendo velas, era sedante, y se podía platicar agusto mientras se derretía la cera. Era divertido hacerlas y luego prenderlas en la casa, llegué a tener muchas velas, y comenzé a regalarselas a mis compas, creo que todavía tengo amigos sin velas... hagan favor de pasar a gerencia por su vela. Modestia aparte, están chulas de bonitas, y en venta, por cierto.

Cuatro semestres es mucho, y la maestra comenzó a chingar la borrega a un servidor, por malhablado. Me ponía a platicar con gente ahí y decir algo como "guey" y la maestra en chinga se ponía flamenca y me gritaba "Danieeeeeeeeeeeeeeeel, no digas groserías, la próxima vez que te oiga te pongo un reporte". Eso no era lo malo, lo malo esque solamente la traía contra mi, pues podía llegar cualquier otra persona, ponerse junto a la maestra y decir algo como: "¿Que chingados estas haciendo cabrón?, no mames ¿que pendejada es eso?, está reteculero mejor hazlo todo de nuevo, pinche huevón de mierda". Y la maestra no decía ni pío. Shijos que culera.

O la maestra de contabilidad, Oh, la maestra de conta, mujer sonriente y jovial sin torso. Esa mujer era cabeza, cuello y hombros, chichis, y luego empezaban las piernas. Era muy afable y buena onda, nos explicaba una y otra vez si no entendíamos, llegamos a abusar de su buena fe.

Un día -de los últimos en prepa por cierto- nos dió la hora libre. En chinga cada quien agarro el coto. Todos agusto platicando, la maestra sentada en el escritorio. El Carlos estaba platicando con Marcos recargados en el pizarrón, justo a un lado del escritorio de la maesta y conversaban animadamente; repentinamente, vimos a la maestra apoyar su cabeza contra sus brazos, como descansando.. luego se incorporó por un momento. Entonces sucedió: La maestra se desmayó y cayó hacia atrás, dandose contra el respaldo de su silla, cayendo irremediablemente hacia su costado derecho, donde Carlos estaba sentando y la cachó milagrosamente. En ese momento se armó un alboroto y llamaron a la directora. La directora nos sacó a la chingada del salón a todos y mandó por alcohol para reanimar a la maestra. Afuera del salón estabamos inquietos todos: se había desmayado la maestra y no sabíamos ni que pedo. Recuerdo haber ido al baño y ver a unos weyes de mi salón -que desaparecieron segundos despues del acontecimiento-, cagados de la risa por que se había desmayado la maestra. En ese momento se me hizo mamón, de mal gusto y sin gracia. Pero ahora... si me da risa la neta, pa' que les digo que no si si. Pero poquita nomás.

Recuerdo a nuestro profe de física y literatura: un pobre hombre que trabaja en Pemex y cuando lo jubilaron, se vino a vivir acá a Juarez. Llegó, puso una tienda naturista y consiguió jale como profesor de prepa. Sus explicaciones solo el las entendía, aunque sabía de lo que hablaba. A veces en medio de una perorata sobre newtons y esas cosas, le daba hipo, o se trababa al hablar, como un teporocho. El era el que dirigía el canto del himno nacional en las asambleas cívicas, moviendo las manos con emoción patriótica. Una vez, nos encargó para su clase de física un multímetro. El tipo se emocionó con la idea: nos hizo dibujar el tablero de la máquina muchas veces para marcar las medidas en las posibles prácticas que tendrían lugar cuando todos tuvieramos multímetro propio. Se emocionaba con el multímetro, sus electrodos, sus agujitas y mediciones; tanto, que nos hizo comprarlo. Y una vez que todos lo teníamos, estaba tan emocionado y complacido que en pleno paroxismo de placer se le olvidó para que lo pidió o algo por el estilo. Así que no lo usamos al pinche aparato. Nunca.

Una vez, después de su clase, salimos a receso, mientras salía del salón para llegar a las escaleras, ví a dos weyes del salón -uno compa el otro no tanto- recargados en el barandal, como esperando 'algo'. El profe pasó y mientras bajaba las escaleras, uno de los gueyes -mi compa- como no queriendo la cosa y mientras el profe pasaba junto a el, alcanzó a llamarle, disimuladamente claro, "hebrio", al profe la cayó el saco en chinga -quien sabe por que- y volteó a ver a mi compa con mirada fulminante
como diciendo "Te escuché pendejo" mi compa vió al maestro y, nervioso, señaló al otro wey junto a el, usando de excusa el "no profe, le decía a el, ¿como cree que usted?... no que pues... le decía a el". Yo vi todo suceder. Cuando pasó todo, me di vuleta sobre mis talones, enfile al baño, entre en un cubículo, puse papel alrededor del excusado, me bajé los pantalones, me senté y me cagué de la risa. ajajjaja.
***

Ah, recuerdo tantas cosas de la prepa, los retiros de cada año en la sierra, las idas al estacionamiento a echarnos unos chichos (weyes ¿se acuerdan?, snif), las tortas, las pizzas, las quesadillas con chilorio, la mesa de ping-pong y los juegos reñidos, las cascaritas de fut, los viajes de inglés, las comidas en cici's pizza y las idas al crisóstomo, las risas, los llantos y tantas y tantas cosas que hacian que todo valiera la pena... No mames. Que chingones aquellos días. Lo digo, lo repito y lo sostengo: que lindo es recordar.

deus et dominus natus.
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