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Neomierda.

Cero credibilidad.

Zácate


Hoy en la escuela, y como en muchas otras veces, me topé a mi amigo Carlos (el husband) y comenzé con él, amena plática, larga y tendida.

Sentados en la sombra, intercambiábamos puntos de vista y hablamos de madre y media: Sobre su vida, sobre la mía y otras cosas. Pura gratificación.

La sola conversación nos llevó por temas diversos. Fútbol, la infancia transcurrida viendo Dragon Ball y Dragon Ball Z -y el hecho de que era una especie de pecado mortal perdérsela-, de sus tenis, de su nueva casa, de videojuegos, de sus ideas y de las mías. Su esposa e hijo bien, gracias.

Así nos fuimos hasta llegar al tema de su matrimonio. Hablábamos del tema sin seriedad asfixiante o solemnidad innecesaria, como tratamos normalmente el tema ("Es una decision que te cambia la vida"; "Es la convivencia diaria y el compartir"; blablablabla etcétera etcétera). Solo fue hablar de matrimonio desde el punto de vista de un bato felizmente casado.

Me platicaba de su esposa (que pedo Rosella!) de su hijo y de lo feliz que era. Yo bromeaba con él, diciéndole que si me casaba, mi anillo de matrimonio sería una replica del anillo único de sauron, que por dentro tendría grabado la leyenda "Un anillo para gobernarte".

Desgraciadamente, entré a mi clase y la plática, como todo en la vida, llegó a su final. Pero Carlos me dejó algo que pensar.

Hace rato reflexionaba (por que yo reflexiono...) sobre el matrimonio. Mi idea de no casarme nunca. Puede ser que esta idea esté fincada sobre pensamientos egoístas o muy fatalistas. Aunque yo no lo creo así.

Creo que la raíz de esto, radica en que no me siento capaz de sobrellevar cualquier tipo de responsabilidad por mucho tiempo. Y el matrimonio es, en gran parte y a todas luces, eso. No me siento responsable. Me importa muy poco si algo perjudicial llega a sucederme (o a no-sucederme) por culpa de mis propias irresponsabilidades.

A mi no me gusta preocuparme, más bien me gusta ocuparme: hago las cosas que requieren de mi atención y acción inmediata. Lo demás, lo que no es prioritario, lo atiendo cuando el momento es adecuado (eso es, cuando el asunto requiere de atención y acción inmediata).

Soy un irresponsable, siempre todo hasta el final: hacer tarea del lunes el domingo en la noche, pagar la tarjeta en la fecha de corte, cargar gasolina cuando el carro anda con el puro tufo, etcétera etcétera. Todo lo dejo al último y si no lo hago, finjo demencia, pongo mi cara de sorpresa y espeto ramplón: "Ah chinga, ¿Era para hoy?". Viva México.

Soy irresponsable, y además, egoísta. Son dos defectos (o "áreas de oportunidad", pfff) muy marcados en mi, y que van en contra de cualquier arquetipo o modelo de cualquier compromiso a largo plazo.

No me importa si mis malas decisiones me afectan a mi. Si estoy casado, mis decisionesno me afectan a mi nada más, afectan a mi esposa, a mis hijos, mi familia. Zás...Zácate mejor no.

Aunque para ser honesto, hoy, escuchando hablar al Carlos y viendo lo feliz que es, tengo que admitir que, al menos por un instante, el matrimonio no me parecía una idea tan descabellada. Se me antojó. Pero fue eso, un simple antojo.

La neta, no se que vaya a ser de mi en el fututo y ahorita no me importa. Aunque creo que, si se da el caso remoto en el que me enamore tan cabronamente como para cagarme en los calzones y dejar de fumar... creo que lo pensaría.

ejeje, de todas formas todos los que dicen que "no creen en el matrimonio" se la pelan y acaban casándose.


Victa iacet Virtus
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