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Neomierda.

Cero credibilidad.

Ese Bastardo...


Hoy que salí temprano de la escuela, subí a mi carro con la intención de largarme a mi casa. En una de las avenidas, en el islote donde se pone uno para dar vuelta, me topé con una vista extraña: Un perro muerto. Atropellado.

No podía dejar de verlo. El tráfico era denso y permitía que pudiera contemplar el cadáver perruno a placer. Y ahí estuve, viendo con detenimiento a aquel animal caído en desgracia, sucio por la lluvia, con los ojos abiertos y la lengua de fuera.

El tráfico cedió y arranqué. Me quedé pensando en el perro, y en la fuerza que hace voltear la cara a una cosa así y quedarse mirando, detenidamente, pausadamente, con inexpugnable escrutinio, hasta el punto del hartazgo y la náusea. Y luego marcharte tan tranquilamente, como si no hubiese sido nada.

Esa fuerza es el morbo ¿no? es ese interés malsano por las personas y lo que les pasa, esa fijación o atracción hacia los acontecimientos desagrables. El morbo es la vocecita del bastardo que vive en nosotros, al que le encanta la miseria ajena y que sale de vez en cuando a saciar su curiosidad, burlarse, alegrarse o simplemente mirar.

Ese bastardo que vive adentro, al que la curiosidad le hace cosquillas y te hace voltear cuando hay un choque en la carretera, o un atropellado desparramado en la calle; pide que aquél albañil en el andamio se caiga desde arriba en el montón de cemento que está abajo; ese que escucha a los vecinos cogiendo y se asoma, es el mismo que en el juego de la Selección el Sábado pedía que enfocaran a Landon Donovan en la transmición, lo miraba con ojos inyectados de sangre y decía:

-"¡Ojalá te rompas una pierna, pendejo! ¡Caete y rómpetela, que me voy a reír, anda sigue corriendo, orale!" -gritaba con furia, frotándose las manos y relamiéndose las comisuras de los labios sin dejar de ver el televisor, usando de excusa para su griterío el nacionalismo trespesero.

El no deja de leer la nota roja del periódico, no puede evitarlo: somete el diario a un concienzudo escrutinio página por página, buscando aquella nota perfecta y digna de ser recortada para la colección mental; también lee con detenimiendo, una por una y sin respirar por la emoción, las esquelas en las páginas centrales.

A él es al que le dan unos ataques de risa marca no mames cuando alguien patina o azota en la calle (por eso le encantan los programas de videos chuscos, ahí todo mundo se cae); que se ríe histéricamente con los chistes crueles o racistas; que ve en las noticias los videos de Al Qaeda y quiere verlos sin censura; y vio Farenheit 9/11 y se acercaba a la pantalla sin inmutarse, como pidiendo más.

El bastardo, nos usa como ventana para espiar, buscando entretenimiento en asuntos donde se ocupa compadecerse, quiere mirar -a huevo- donde no queremos o no debemos mirar.

Es inoportuno y le vale verga, él necesita tener su dosis diaria de morbo, que es su droga preferida. Por eso ama el Alarma, CNN, Primer Impacto, y todas esas cosas que a la gente civilizada y de buenas costumbres, como yo, encontramos reprobables.

Es incontrolable. A veces no se que hacer con él, y cuando estoy orando, tengo que pedirle perdón a Dios por las pifias que se manda. Si este hombre existiera, creo que sería un paria alejado de la sociedad, o algún conductor del canal 44.

Pinche bastardo.

deus et dominus natus
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