<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d6273027\x26blogName\x3dNeomierda.\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLACK\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://neocrap.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_MX\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://neocrap.blogspot.com/\x26vt\x3d-2210284163126322865', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

Neomierda.

Cero credibilidad.

A pesar del tiempo y la distancia.

Anoche me acosté a las cuatro am terminando un rechingado trabajo para una puta materia que me caga, cuya evolución es engorrosa, cansada, y horrible, además para acabarla de joder gozo de toda la animadversió de la maestra no se porque; luego entonces, tengo que hacer un trabajo perfecto, para sacar una calificación igual, y darle en la madre a la profesora que simplemente esta buscando un error, un resbalon, una pifia por mínima que sea, para hundirme en la mierda. En pocas palabras: la mujer de marras quiere reprobarme a huevo por que le caigo mal. Que raro.

Bueno, el pedo esque como tiene que ser perfecto el trabajo, invierto mucho tiempo y energía en el; tiempo de sueño y energía que puedo descargar de cualquier otra manera, es por eso que anoche, por primera vez en mucho, pero mucho tiempo, me fui a acostar a las cuatro de la mañana para pararme a las seis. Pero eso no es el punto.

El punto es el pequeño sueño que tuve: Estaba en mi casa. Después, mágicamente, fui teletransportado a la Ciudad de México. Estaba con mi sacrosanta madre, mi hermana, mi abuelo, mi perra nina, y un gato gris con rastas, dentro de auto amplio. El coche estaba estacionado justo enfrente del portón de una casa, que era la de mi padre.

Bajamos, tocamos y el portón se abrió de par en par, como si nos estuvieran esperando. Entramos con todo y carro, nos bajamos, y dentro nos esperaban mis tíos del lado de mi padre y mis primos, a los cuales, sobra decir, no veo hace más o menos, unos 7 años.

Nos recibieron con beneplácito, nos invitaron a pasar a su casa, se sentó mi familia, nina se quedó jugando en el amplio jardín de la casa de mi padre, el gato rastafari se subió al naranjo y poco tiempo después, dormía a pierna suelta. Yo veía todo esto desde la ventana de la sala; mi familia continuaba sentada en la sala. Mis tíos conversaban con ellos. Estabamos esperando que mi padre se presentara.

Horas pasaron, o minutos, no lo sé de cierto. Pero depronto, mi padre se presentó. Estaba identico a como lo recuerdo, a cuando lo ví por última vez, con el cabello peinado hacia atrás, con la barba tupida como irlandés; y canosa, poniendo de manifiesto la marca dejada por el tiempo en sus rasgos.

Vi sus manos, esas manos menudas y secas que tanto dolor le han traído a sus pacientes por los gajes de su profesión. No puedo evitar recordar aquella tarde, cuando jugando al tanteo junto con mi madre, y casi prediciendo el futuro, se lanzaron sobre mis pobres dientes y me quitaron ocho de ellos, en aras de que en futuro tuviera una hermosa dentadura... que modestia aparte, ahora tengo.

Lo miré de arriba abajo: ataviado con una camisa a cuadros, un pantalón de pana que le quedaba holgado, zapatos negros y gastados, y su eterna cámara manual al cuello, caigo en la cuenta de que es imposible para mí imaginarlo sin su cámara, no es él mismo sin ese deseo de querer conservar el momento para la posteridad...

Vi por último sus ojos. Escondidos tras los armazones dorados de sus gafas, los veo y pienso en mis propios ojos, en la miopía que me aqueja, en el astigmatismo recalcitrante, en esas dioptrías que me fueron negadas por la carga genética del hombre frente a mí, de el la tuve, y no me molesta. Me vi reflejado en sus ojos, donde pude ver alegría, ansia y a la vez tranquilidad.

Se acercó y me abrazó. Recibí ese abrazo, y lo regresé con cuidado de no apretar de más, pues mi progenitor es mucho más pequeño y menudo que yo. El sí me apretó, me dió unas palmadas en la espalda y me dijo: "Que gusto verte, hijo". Hijo. Hacía mucho tiempo que no escuchaba esa palabra dicha de esa forma, en ese tono, con ese talante, vaya, como el de un padre a su hijo, que es lo que somos a pesar del tiempo y la distancia.

Ese 'hijo' me lo dijo en un tono de voz quedo, casi derrotado. Como si se hubiera perdido algun evento importante, y de inmediato supe cual fue: verme crecer. No pude más que sonreír, y decirle "También me da gusto verte papá". Papá. Otra palabra que no estoy acostumbrado a dirigirle a nadie más que a mis amigos cuando estamos vacilando, o los trato de convencer de algo. Se siente raro decirlo de esta forma, sin la guasa, sin la jiribilla, sin acompañarla, por ejemplo, de un "no seas puto guey" o algo así por el estilo.

Comenzamos a conversar. Sobre mi y mi vida acá, mi educación, la familia, mis amistades y la novia que no he buscado. Y sobre él, su enfermedad, su vida, su consultorio y su vicio por leer cualquier cosa que le caiga en las manos. Creo que de ahí me viene la avidez para la lectura, de él se me pegó.

Fue entonces cuando mi familia se levantó, y mis familiares se pusieron en marcha. Nos mostraron la casa, que se veía distinta, nos prepararon algo de comer y nos sentamos a degustarlo. Poco tiempo después terminamos y vi a mi padre con maletas en mano, asentir con la cabeza, y ver salía de la casa, hacia el jardín. Lo seguimos todos.

Fue entonces cuando escuché a mi tía despedirse de mi padre, su hermano, deseándole suerte en su viaje. Cuando escuché esto, fui a interrumpir la despedida. Le pregunté a donde pensaba irse y fue cuando mi madre dijo: "Se va con nosotros Daniel, va a vivir en Juarez el tiempo que le resta de vida". Me impresioné con la noticia, no tanto porque fuera el último en enterarme, sino porque me incomodaba el hecho de que mi padre dejara su familia, su consulta, su vida y todo cuanto tenía, para partir a una ciudad donde lo único que tendría es a un hijo que ya no puede criar.

También me incomodó el hecho de que hasta ahora quisiera hacer todo ello. No sabía como reaccionar; por un lado estaba feliz de porfin tener a mi jefe a mi lado, cerca, como cuando tenía siete años y lo veía cada Domingo después de ir a la iglesia, pero por otro estaba desconcertado, y hasta cierto punto molesto; ya era demasiado tarde para cualquier cosa en esta relación, ya no había mucho por hacer por ella, son muchas cosas las irrecuperables, mucho tiempo el que se perdió.

Pero al ver la decision con la cual mi padre subió las maletas y monto el coche, todo se me olvidó, no pude más que sonreír y aceptar de buena gana que nos acompañara.

Arrancamos y enfilamos al aeropuerto. Conversabamos en el camino sobre los cuidados que había que tener para con él por su enfermedad, sobre lo que podía comer, lo que no, en que iba a trabajar y otras cosas más mundanas. Cuando empezó a sonar una sirena. No sabíamos de donde venía el sonido. Primero era un sonido sordo, como si viniera de abajo del agua, luego se empezó a hacer mas claro, y a escucharse más cerca.

El sonido se acercaba cada vez más, a una velocidad pasmosa. Nina ladraba como loca, desesperada por que no sabía de donde venía el sonido, el gato rastafari estaba tenso por los ladridos de nina y se erizó todo, mi hermana estaba gritando como posesa porque el sonido era ya ensordesedor, mi madre se tapaba los oidos y mi abuelo no decía nada y mi padre tampoco.

El sonido de la sirena era cada vez más fuerte.

Entonces llegamos a un semáforo en rojo y me detuve. El desmadre dentro del coche cesó derrepente, dejando simplemebte el sonido terrible de la sirena. Voltée entonces a ver a mis acompañantes, para ver porque se habían callado tan repentinamente. Todos me miraban.

Pasé la mirada por cada rostro de mi familia; nadie decía nada, solo me miraban fijo, asi fue mi madre, mi hermana, mi abuelo y hasta nina y el gato gris. Por último miré a mi padre, que simplemente me dijo "Mira allá adelante". Vi hacia adelante y vi una luz amarilla, luego volví a ver a mi padre y me dijo "Adios Daniel".

Fue entonces que el ruido de la sirena se hizo insoportable y desperté. La sirena era la alarma de mi teléfono, y la luz amarilla en el sueño era simplemente el sol que me daba de lleno en la cara.

Me incorporé y fui a lavarme la cara. En ese momentó pense en mi padre, y en lo que quiso decir el sueño, y con curiosidad sobre lo que seguía en el sueño, pero fue una curiosidad mínima, era un sueño despues de todo y no le di mayor importancia. "Lástima que solo dormí dos horas" me dije, y acto seguido me metí a bañar. Cuando salí del baño, ya había olvidado todo el asunto.

Entonces, hace cuarenta minutos, mi tío me preguntó mientras comía, cuanto hacía que no iba a México, y el sueño se vino de golpe, lo escribo aquí sin saber por qué. Supongo que para recordarlo, no lo sé. Lo que si sé, es que voy a llamar a mi jefe a ver como anda. Pues a pesar del tiempo y la distancia, sigue siendo mi papá.


Chido!
« Home | Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »