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Neomierda.

Cero credibilidad.

Fragmentos (Ultimo)

Es común que cuando manejo escuche música. Es un hábito muy arraigado, un vicio grande que data de los tiempos de mi niñez, pues desde pequeño, mi padre acostumbraba poner música cuando conducía a la ciudad, cuando regresaba, o en las vacaciones en carretera. Pasaba mucho tiempo en el auto con él. Ya desde entonces desarrollé una fascinación por la música que permanece hasta ahora; la relación de manejar escuchando alguna cosa viene de ahí. Aunque se trate de ruido ininteligible, conversaciones, o reguetón, procuro escuchar algo. En mi coche es raro que este en silencio: solo cuando estoy atribulado, preocupado por algo, o pensando en tomar alguna decisión importante (como qué comer), es cuando hay breves momentos donde reina el silencio en mi camioneta, de otra manera, no. Así pues, hace como tres semanas, manejaba de noche rumbo a mi casa. Venía de una comida de trabajo y se había extendido durante toda la tarde. Salí tarde del restaurante. Me subí a mi camioneta, prendí el CD Player pero ya no tenia batería, así que sintonize el radio. En FM a esas horas la programación es una porquería y no hay muchas cosas que escuchar, puse elAM en una estación de deportes, escuchaba última tanda de noticias del día. No estaba poniendo mucha atención, estaba pensando en alguna otra cosa, no distinguía lo que estaba diciendo el hombre del radio, más bien escuchaba un parloteo sin sentido como fondo a los pensamientos que ocupaban mi mente en esos momentos; en ese momento estaba en piloto automático, y poco me importaba. Tiempo después llegué al túnel grande que marca la mitad del camino entre el pueblo y la ciudad, a partir de entonces el camino se hace más largo por la ansiedad de llegar a casa, y da la impresión de ir conduciendo más lento de lo normal. Al entrar al túnel, se interrumpió la voz del radio por la interferencia; cosa nada rara, se sabe que la radio se interrumpe y las llamadas no entran o se cortan. Con sonido de estática de fondo, manejaba hasta la mitad del túnel donde me topé con un embotellamiento, donde hube de hacer fila hasta que me tocara mi turno de salir. Aburrido, encendí un cigarro y despegaba el pie del freno de cuando en cuando para avanzar. Hasta eso que el trafico iba más o menos rápido, y evitaba que me quedara dormido al volante; cuando terminé mi cigarro, busqué desesperado en el radio alguna estación que se escuchara, pero estando dentro de un túnel es improbable encontrarla. Así que ya no intenté nada y traté de relajarme mientras terminaba el congestionamiento. En ese momento, mientras encendia un segundo cigarro, pude sentir claramente como vibraba el telefono en mi bolsa del pantalón. Pensé que era alguna clase escalofrío, espasmo muscular, incluso pense que se me había dormido la pierna, pero no, al escuchar el timbre, supe que estaba entrando una llamada. "En pleno túnel" pensé, mientras sacaba el teléfono para contestarlo, al sacarlo dejo de sonar, y pude ver en la pantalla el rótulo de "Llamada perdida" y la hora. Al ver en la lista de llamadas perdidas a quien me había llamado, pude ver un teléfono desconocido para mí al principio de la lista, pero no le dí mayor importancia, "Le devuelvo la llamada cuando salga de acá" me dije a mi mismo, y lo dejé por la paz. Al avanzar un poco más, pude ver los primeros reflejos de la luz roja y azul de la policía en la pared. Al avanzar otro poco, vi a lo lejos la luz roja/blanca de una ambulancia: había un accidente adelante. Lenta pero inevitablemente me acercaba al lugar y pude ver con mayo claridad un par de patrullas más y otra ambulancia; no sólo era un accidente, era un "aparatoso accidente" donde seguramente alguna persona, o tal vez más de una, haya perdido la vida. Ahora, cuando llegué exactamente al lugar del siniestro, intenté no voltear. Se supone que uno no debe voltear a ver cuando algo así se te presenta al lado del camino, pero la curiosidad es a veces mas fuerte que uno, lo toma fuerte de la cara, y nos hace voltear hacia donde está la desgracia. Es algo inherente a nosotros, esa curiosidad es implacable como la comezón fuerte que nos hace dejar todo lo que estamos haciendo para rascarnos hasta que nos deje en paz. Ese tipo de curiosidad se le llama morbo. Fue el morbo el que me hizo voltear a mi izquierda solo para ver un jetta rojo volteado, con el techo aplastado. Aquello era un desastre de vidrios rotos, fierros retorcidos y sangre esparcida por el suelo. "Ojalá no hubiera volteado", pensé al ver como subían dos cuerpos tapados con sábanas a una camioneta del SEMEFO, mientras a una mujer la subían en camilla a una ambulancia para llevársela al hospital. Estaba muy golpeada, y su cabello y su ropa estaban ensopados de sangre; estaba conectada al respirador, y su cabeza chicoteaba levemente mientras la subían a la ambulancia, respiraba fuerte, con grandes bocanadas, como queriendose llevar gran parte del oxígeno que soltaba el respirador. La vista de aquello fue lo que me hizo desear no haber volteado, pues ahora iba a llevarlo conmigo el resto del día, y me provocó quererme ir de allí lo más rápido que se pudiera. Como si me leyeran el pensamiento los coches frente a mí, comenzaron a moverse con rapidez hasta salir del túnel. Al salir volvió el radio y me tranquilizé, en eso, sonó de nuevo mi celular: era el mismo numero que entró en el túnel, al contestar me llevé la sorpresa del mes: era César "El Flaco" Rodríguez, un amigo de la universidad del que no escuchaba nada hacía mucho. Me llamó para saludarme, para ver como estaba, me preguntó por Dalma, el negocio, la vida. Me contó que se casó, que su Aleida, su esposa, estaba embarazada de tres meses, que estaba tranquilo y a la espera de que llegara su bebé. Le pregunté que le gustaría que fuera, me dijo que no tenía predilección, pues la mera idea de ser papá lo entusiasmaba; me alegré mucho por el, pues desde la carrera yo sabía que el quería ser padre de familia. Conversamos un ratito nada más. Le notaba un poco apresurado, y la señal se debilitaba. Después me dijo algo como "Gaspar, tengo que irme, tengo mucha prisa, de hecho me estan llamando ya. Luego te marco para vernos y nos tomamos unas cervezas ¿te parece?", le contesté que sí y colgó. Me extraño de sobremanera que me haya llamado tan de improviso, pero fue una sorpresa agradable, pues me hizo más ameno y corto el resto del camino. Llegué a mi casa, y encontré a Dalma en el cuarto viendo televisión. Me saludo y me pregunto porque había tardado tanto, le conté del accidente del túnel; me interrumpió para decirme que se lo contara mientras cenábamos. Accedí. En cuestión de minutos ya estabamos cenando y le conte del accidente, de los cuerpos tapados y la mujer del respirador. También le platiqué de la extraña llamada que recibí. Ella me dijo que también el Flaco la había llamado a ella y charlaron un rato, incluso fue minutos antes de que yo saliera de trabajar. "Me preguntó mucho por ti", me dijo Dalma "Que como estabas y todo eso, le dije que bien", luego yo le dije que el Flaco también me había preguntado por ella, luego le conté del embarazo de su esposa y ella me dijo que también el le había platicado eso y que habían quedado de verse para ir a comer o algo. La de Dalma y la mía eran la misma conversación. Después nos pusimos a platicar de cualquier otra cosa, y nos pusimos a ver televisión. Ya tarde nos fuimos a dormir. En la madrugada sonó el teléfono, y Dalma contestó; cruzó algunas palabras que no distinguí por estar dormido, se demoró más de lo usual para una conversación en la madrugada. Colgó. Reinaba el silencio. Dalma entonces me despertó. Me incorporé y prendí una lámpara; Dalma estaba pálida y en silencio, luego le pregunté quien había llamado. Me dijo que nos había llamado Tito, el hermano del Flaco, para decirnos que César acababa de matarse en la carretera, en un túnel entre nuestro pueblo y la ciudad. Iba con su mujer y un hermando de ella. Iban rápido, una llanta se reventó, y se voltearon. El hermano también había fallecido, ella estaba en terapia intensiva, la habían operado, tenía contusiones graves y hemorragia interna, también había perdido al bebé. Los doctores habían hecho todo lo humanamente posible por salvarle, pero el pronóstico no era bueno, de hecho, esperaban lo peor. Dalma rompió a llorar. No lo podíamos creer. Habíamos hablado con el horas antes de eso. Con Tito hay confianza pues lo vemos seguido y nos llevamos tan bien con él como nos llevabamos con el Flaco, Dalma le dijo que nos había llamado horas antes, el preguntó extrañado a que hora había sido y le dijimos que fue al rededor de las nueve, más o menos. El nos dijo que eso no podía ser, porque el accidente fue media hora antes, y el Flaco había muerto al instante. Traté de consolar a Dalma. Y le llamé a Tito para darle el pésame, hacerle saber nuestro apoyo, y preguntarle donde serían los servicios funerarios. Me agradeció, y me dijo que aún no sabían, pero que en cuanto tuviera noticias me llamaba. Nos fuimos a dormir, al despertar nos llamó Tito para decirnos que la esposa de César, también había fallecido, y la iban a velar en el mismo lugar que a su marido. Los servicios eran esa tarde, y fuimos. La familia estaba desecha, fuimos a darles nuestras condolencias y nos agradecieron. Hablé un momento con Doña Alma, la madre de César. Y al abrazarla, me agradeció estar ahí. Estuvimos ahí dos horas más, luego nos fuimos, pues el camino de regreso era largo, y yo trabajaba al otro día. Semanas después coincidí con Tito, y nos fuimos a comer. Charlamos de cosas sin importancia. Después la plática llegó al Flaco, como estaba su madre manejando la situación. Me dijo que su madre estaba tranquila pero triste y que él le habia platicado de la llamada extraña que habíamos recibido aquél día. A la señora no le extrañó eso. Al preguntarle por qué, Tito se puso muy serio y me dijo: "Porque mi madre vió a César parado en la entrada de su habitación, al ver que el Flaco no se acercaba a saludarla, ella misma se levantó de su sillón a saludarlo, en ese momento César desapareció. Eso paso en el mismo momento que estaba teniendo el accidente. Simplemente se estaba despidiendo". No lo podía creer y se lo hize saber a Tito. "Yo tampoco creía al principio, pero luego soñe con él. En el sueño lo ví caminando frente a mí al lado de una carretera, al acercarme él voltea y comienza a charlar conmigo: se estaba despidiendo de mí. Se disculpó por no haberlo hecho antes, pero me dijo que tenía mucha prisa, pues lo estaban llamando ya". Eso me extraño bastante, pues lo mismo me había dicho a mí y a Dalma. Se lo dije, pero fue como lanzar sal al mar, porque tanto él como yo no nos explicábamos como pudo pasar eso: iba más allá de nuestro entendimiento, entre más vueltas le dábamos al asunto, menos sentido tenía. Decidimos dejarlos por la paz y nos quedamos con la idea de que simplemente fue una manera escalofriante por parte del Flaco de despedirse de nosotros una última vez. Esa noche regresé por la misma carretera de siempre, y pasé por el túnel donde el Flaco había muerto. La única diferencia ahora, esque en mi camioneta todo era silencio.
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