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Neomierda.

Cero credibilidad.

lunes, marzo 28, 2005

Alma.


Te vi, allá a lo lejos, al otro lado de la acera, ibas a cruzar la calle, para estar donde estoy yo. Te vi. Luego prendí un cigarro.

Me puse a ver las figuras de humo que salian desordenadas del cigarro, siempre me ha gustado verlas, pienso que el alma es algo parecido: el alma es como el humo.

Me pregunto si tendrás alma...cuerpo si tienes, y vaya que lo tienes: tu pelo, castaño oscuro, que brilla como madera cuando le da el sol, o tu nariz tan característica, tan particular, única. O tu boca, la perfecta simetría de las comisuras de tus labios y ese gesto tan sensual que haces a cada rato cuando los humedeces con la lengua... tus ojos negros, profundos, hipnóticos, misteriosos e insondables como la mar. Tus dientes, perfectos, ni muy blancos, ni muy amarillos, están en medio. Estar en medio es bueno... tus hombros, tus manos, que como tu, son tan diferentes, con dedos extraños y palmas grandes, esas manos tan raras, tan tuyas. Esos brazos, con los que me gustaría que me rodearas un dia de estos... tus piernas, largas y fuertes... ¿donde habrán caminado? ¿en donde habrás estado antes? antes de estar ahí, ante mi y mi cigarro encendido.

Ay wey, ya me dio calor...

Pues si, tienes cuerpo. Eres atractivo, muy atractivo diría yo. Pero, la pregunta es, ¿tienes alma? ¿se desprendera de ti cuando mueras y subirá como humo a quiensabedonde?

Algo me dice que si. Tu calidez, tu risa, tu manera de hablar, tu manera de tratarme, de tocarme, tu voz, tu sonrisa... todo tu me dice que si. Aunque lo niegues. Aunque me digas que no, que el alma es una falacia, una idiotez, yo se que tienes una.

Me encantaría ver tu alma, que me dejaras verla. Al menos una vez... una vez nada más.

Que bien, ya estás atravesando la calle, ya vienes para acá, excelente.

¿En que estarás pensando? A veces quisiera vivir en tu cabeza, saber realmente lo que piensas... ver realmente en tu interior.

Se acabó mi cigarro. ¿Por que te detienes? Cruza ya...

¡Cuidado!

¡Voltea!

¡El auto!


¡Dios mio!

No...

¿Por que? ¿Dios mio, por que? ¡Despierta, por favor despierta! ¡abre los ojos! ¡mirame! ¡Aqui estoy! ¡No me dejes! ¡quedate conmigo por favor! ¡no me dejes! ¡no me dejes así! ¡así no! te lo suplico, te lo imploro, por favor no te vayas, abre los ojos, abre tus ojos para mi, por favor hazlo, por favor abrelos, di algo, por favor, abre los ojos, abrelos. ¡¡¡ABRELOS CARAJO!!! ¡¡¡mirame!!! ¡¡¡Mirame!!!

¡¡No!!

No... por favor, no. ¿Por que? ¿Por que ahora? ¿Por que a el? ¿Por que a mi? No te vayas, no te vayas, no me dejes, nos falta tanto, no así, así no... por favor.

...

¿Que es este olor? Esta fragancia, este perfume, como de flores... violetas.

Y este vapor tan raro que despide tu cuerpo, que me rodea, tan calido, tan completo... me hace sentir tibia...

¿Que es esto? No entidendo...

.. No tienes nada que entender...

...Es solo mi alma... junto a la tuya.


FIN.


Victa iacet Virtus.

jueves, marzo 24, 2005

Pinche Vatillo...



Marcos: Wey, tengo ganas de ir al mundial... como hace cuatro años.

Daniel: ¡No seas mamon! ¿Fuiste al mundial hace cuatro años?

Marcos: No, hace cuatro años también se me antojo.

Daniel: Pendejo.





Victa iacet Virtus.

martes, marzo 22, 2005

Ira.


No se como, pero si alguien está leyendo esto, puede considerarse afortunado: está ante el que, seguramente, es el único vestigio sobreviviente de esta horrible hecatombe. Esto que ven -y espero, de todo corazón, entiendan- explica el terrible desastre del cual todos fuimos víctimas. Todo el planeta fue arrasado y no supimos ni de donde vino el golpe. Realmente una cosa de otro mundo, inexplicable, rápida, voraz y devastadora.

Los que tuvieron oportunidad, o los pocos sobrevivientes que alcanzaron a salvar -no por mucho- el pellejo, le daban muchos nombres: 'La muerte alada', 'El azote de Dios', 'La ira de Yahvé', 'La colera materna' y otros tantos y tantos nombres, que, unos biblícos y otros solemnes, pretendían describir el mismo desastre.
Por ahorrar fuerzas, cordura y otras cosas que para el que lea esto no deben importar tanto, solo la llamaré 'La Plaga', pues no puedo pensar en otra cosa mejor para describirla. Por que eso es lo que fue: una plaga. Alguna clase de enfermedad, de pestilencia o mal, que atacó e infectó al mundo entero en cuestión de días. Una virulencia de la cual nadie se salvó, ni se salvará.

Fue algo que rayó en lo sobrenatural, en lo increíble. Si yo no lo hubiera vivido para relatarlo aquí, no lo hubiera creído y aún viviéndolo, siendo testigo, lo encuentro todavía muy difícil de creer.

Una enfermedad cualquiera, es bien sabido por muchos, que, por muy rápida y devastadora que sea, tarda semanas e incluso meses, para revasar un alcanze de cuidado. La Plaga vino a romper todos los presedentes, nunca una enfermedad se propagó tan rápido, ni tan violentamente como ésta. Pues, según he tenido oportunidad de ver o de enterarme por otros que, junto a mi, vivieron un poco más para ver las consecuencias ,y que ahora, yacen a mi lado pudriéndose, su rapidez era tan sorprendente que era suficiente saber que alguien de tu mismo continente la tuviera, para estar seguro de que, alada y veloz, La Plaga estaba presente en tu país, ciudad, o, incluso, en tu cuertpo.

Esta aseveración, por muy exagerada que pudiera sonar, es completamente cierta. Cuando en mi país supimos de La Plaga por las noticias, ya las primeras víctimas comenzaban a hacerse presentes, y el número de ellas se duplicó en las horas siguientes y fue creciendo exponencialmente, hasta vaciar completamente la ciudad, a expcepción de algunos, que como yo, fuimos inmunes algún momento, por tener alguna clase de anormalidad, que en mi caso, por ejemplo, es el ser mudo.

El mundo se convirtió en un caos. Imaginen mi ciudad, una inmensa metrópoli de mas de 5 millones de gentes, arrazada casi en su totalidad por La Plaga, las calles vacías, carros chocados y abandonados en las avenidas, papeles tirados por todos lados, incendios por aquí y por allá, hechos, seguramente, por personas que, sabiendo el final, decidieron vivir desenfrenadamente sus últimos momentos; fueron días que un anarquista hubiera encontrado hermosos: tu eras tu propio gobierno, aunque tu periodo presidencial durara unas pocas horas.

Me atrevo a decir que soy el único sobreviviente de mi ciudad, pues no he tenido contacto humano en meses. La última vez que vi a un humano fue a un loco, de pelo largo, barba incipiente y ropas andrajosas y parduzcas, que, parado en las escaleras frente de palacio municipal, sacaba billetes de 500 de una caja de cartón, para lanzarlos hacia arriba, al cielo, en otro tiempo muchos le hubieran agradecido tan desinteresado gesto, pero ahora, ese mismo gesto le da un dejo de tristeza, como si presidiese un desfile en honor a su completa, absoluta e irremediable soledad.
El loco no me vió, pero yo a él si. Lo dejé lanzando sus billetes y yo seguí de largo.

La Plaga era una enfermedad horrible, atacaba a la mente, al cerebro, por alguna razón, no causaba dolor alguno, solamente te avisaba que la habías contraído y que te prepararas para el final. Sabías que la tenías en el momento que empezabas a escuchar un zumbido en el oido, más que un zumbido, una clase de tono, de punzada sonora, como cuando escuchas música a todo volúmen y te aturdes, o como el de los canales de televisión cuando dejan de transmitir en la madrugada.

Después viene la pérdida de los sentidos y capacidades, la vista, el tacto, el oido, el gusto, la memoria, el habla, la razón; por supuesto, no en ese orden, ni todos juntos, habían quienes perdían todos y había quienes perdían uno nada más, pero esto, igual causaba desesperación, ansiedad y desasosiego en las personas, que, concientes de lo que seguía y llevados al límite, preferían poner fin a su vida, antes que enfrentar las inevitables consecuencias.

Por último, viene lo que he bautizado como la 'disolución', que es, como su nombre lo dice, el acto irremediable de comenzar a disolverse como la espuma en un tarro de cerveza, a esfumarse, a dejar de existir, sin dolor, pero constatando, no sin pavor, que desapareces, que te desintegras lentamente, como si estuvieras hecho de arena.

Esta Peste, esta plaga, asoló a la humanidad en su totalidad y nadie se salvó de ella, salvo las excepciones ya mencionadas, aunque, según me he dado cuenta, ni ellos, pues hasta los que sufren alguna anormalidad, comienzan a presentar las primeras manifestaciones de La Plaga.

Termino este testimonio, pues mi mente no da para más. Estoy cansado, harto y ademas este zumbido en la oreja me esta volviendo loco y no me permite concen... trarme...


Mierda.



Victa iacet Virtus.

lunes, marzo 14, 2005

Ahem.


Hace un momento, mientras manejaba para dejar a mi carnala a su clase de ballet. Me puse a pensar. Y mi mente me llevó a muchos lugares, visitó a muchas personas, y examinó diferentes circumstancias.

Contrario a lo que puedan creer, soy una persona a la cual le causan enojo y pena ajena muchas cosas. Pero, como todos, en algún rincón de mi alma -que parece una cobija vieja y polvosa, remendada por todos lados- también tengo un lado blando, afable, lindo y 'buena onda' snif.

Ese lado, sale a la superficie esporádicamente, de cuando en cuando, para que, como hoy, agradezca lo que tengo y permita que aquello que adolece de importancia, resbale realmente. De verdad.

Mientras manejaba, comenzé a pensar en las cosas que he hecho, y de las cuales, puedo decir que no me arrepiento de ninguna. También pensé en las cosas que he dejado de hacer, en las ocasiones en las que omití una palabra, un gesto, una acción. Y me arrepiento de no haberlo hecho; no por esperar la reacción resultante de la acción, si no por el simple hecho de hacerla y constatar mi reacción mientras se hacía realidad.

Pensaba en las personas que han pasado por mi vida y en las que se han quedado, las cuales han sido realmente, las que he deseado que se quedaran. He pensado en las personas que vinieron y se fueron, las cuales han dejado una marca, que ha quedado indeleble, como un parche más en la cobija de mi alma.

Pensaba también, en escribir esto -tal como lo estoy haciendo- pero no como los textos que acostumbro, llenos de autocompasión, lenguaje ininteligible, aburridos y nadando en azotaje, quería dejar eso, y las vacaciones de las cuales disfruté, ayudaron en gran parte a lograrlo. Ya no más.

No, esta vez quise escribir esto aquí a manera de constancia, de agradecimiento y en espera, de que los que pasen a leerlo -normalmente mis amigos, pues fanbase no tengo ¿verdad Marcos?-. Estén concientes del infinito agradecimiento que les merezco.

Como les decía, tal vez no se los diga en persona, pues sufro de impedimentos del habla. No, no es que sea pendejo, lento, retardado o que me haya caído desde un cuarto piso chingandome la manera en la que hablo. No es así. El problema recae en que no se como hacer que suene significante. Con los tonos, los silencios, el modo y el talante adecuados. Es por eso que vengo hoy a este teclado, esperando de alguna forma, trasmitir todo esto...

*Cara de concentrancia*

A ver.

Quiero agradecer a todos, A mi familia (que al parecer lee esta cuacha de página, le voy a bajar a las mamadas, no me vayan a desheredar...), a mis amigos, Marcos, Carlos, Dulce, Rosa, Christian, David y a todos aquellos que he conocido por ellos, también. Todos los dias agradezco tenerlos conmigo. Me congratulo de que me aguanten, con todo lo malo que tengo, que es mucho, con los vicios, las quejas, las dompeadas, las cagadas de palo, la carilla malsana y la bola de pendejadas mentales que arrastro conmigo, y que vienen adheridas a la cobija.

Gracias por ser la razón por la cual me levanto todos los dias, gracias por darme en que pensar, por enseñarme cosas que, por mi solo, no podría haber descubierto. Por haberme iluminado, por acompañarme, por permitirme ser parte de ustedes, por haberme devuelto la fe en las personas y sobretodo haberme hecho ver que a veces, muy a veces... pasa un milagro y encuentras personas geniales y te dejan estar con ellos, como en las peliculas...

En fin, huele a lluvia, voy pa' fuera.

Victa iacet Virtus.