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Neomierda.

Cero credibilidad.

viernes, abril 22, 2005
¡¡¡La Academia en peligro!!! por Eugenio Díaz.

¿Sabe usted qué equipo iniciará en los últimos lugares de la mal llamada porcentual o lucha por el no descenso el próximo torneo?

Si pensó en el Atlas, acertó. Atrás quedarán las buenas campañas de Quirarte y el propio Sergio Bueno - en su primera etapa-, y ni hablar de lo que hizo Ricardo Lavolpe con los jóvenes atlistas, algunos de ellos, titulares en algún momento de la selección nacional.

Para el apertura 2005, se anulan las campañas Apertura 2003 y Clausura 2003. En esos dos torneos bajo el mando de Quirarte, Atlas consiguió 22 y 32 puntos respectivamente; consiguió calificar en el segundo torneo siendo eliminado por el Monterrey, al final, digno campeón.

Un equipo acostumbrado en los últimos años a proponer, gustar y ganar, siempre de la mano de los jóvenes y algunos elementos extranjeros con experiencia, cambió su política, su rumbo, sus buenas decisiones.

En sólo tres semanas, el Atlas aparecerá en los últimos sitios de una tabla incómoda, que presiona y suele, en muchas ocasiones, sentenciar a las instituciones cuyas malas decisiones se reflejan en un cociente, en un número, en su triste realidad.

Recuerdo al Atlas dinámico, explosivo, de buen trato de balón de Lavolpe, que en la Copa Libertadores dio muestra de gran calidad.

Recuerdo, igualmente, al Atlas de Quirarte, un equipo en el que alineaban el argentino - mexicano Caballero, el centroamericano Machón, el goleador sudamericano Calderón, el "tanque" uruguayo Carlos María Morales o el propio chileno Ricardo Valenzuela. Este equipo jugaba bien al futbol.

De la base nacional, ya despuntaban los muchachos Gerardo Espinoza, Juan Pablo Santiago o el propio Daniel Osorno, en alguna época, también con el Monterrey.

Para cerrar, recuerdo al club Atlas de Sergio Bueno, ese que le pintó la cara a más de un rival que solo, sólo el bicampeón Pumas pudo superar.

Antonio Pérez, Jaime Durán, Juan Manuel García, Juan Carlos Valenzuela, Juan Carlos Medina, Juan Pablo García, Daniel Osorno, Robert de Pinho, Carlos Ma. Morales, Manuel Pérez; todos, absolutamente todos estaban convencidos de algo:
1. que sabían jugar al futbol
2. que jugar al futbol es lo mejor que saben hacer
3. que se puede ganar, gustar y divertirse al mismo tiempo, y que en la medida de que se logra jugar bien se aproxima uno a la victoria.

Todo esto se perdió en muy poco tiempo. Errores terribles a nivel directivo se han sumado a la falta de personalidad de sus jugadores, casi todos muy jóvenes -, así como por la falta de elementos de peso en la cancha y en el vestuario, en el pasado, casi siempre foráneos.

Es cierto que la venta de jugadores importantes tiene un tiempo un momento, pero también es cierto que el dinero obtenido por dichas ventas debe de reinvertirse en el plantel y no en otras prioridades.

Atlas, conocido como el equipo de la academia peleará por no descender los próximos 12 meses.

Atlas, tendrá que armarse tan bien que no surjan dudas en el camino.

Atlas, deberá arreglar sus problemas con el fisco y contratar a verdaderos profesionales para planear, organizar, integrar, dirigir y controlar al equipo de futbol.

Atlas, no debe equivocarse ya o de lo contrario se perderá, como hace algunas décadas, en la mediocridad de la serie de ascenso.

Eugenio Diaz es colaborador en el programa televisivo 'Los Protagonistas' de TvAzteca, y columnista de la pagina de internet de Azteca deportes, el hombre habla atinadamente -y con sobrada razón- sobre la actual situación (extrema y penosa) de mi equipo. Huelga decir, que estoy completamente deacuerdo con el. Solo esperemos que los directivos del Atlas hayan llegado a la misma conclusión, ahora que hemos tocado fondo, tanto en la cancha, como fuera de ella.

Aguante el Atlas.

Victa iacet Virtus.

miércoles, abril 20, 2005

EL CRUZ AZUL NOS LA PELA, SNIF.


Con un juego inteligente, compacto y un poco de suerte el Atlas salió victorioso y de pasada hizo ver mal al super líder del futbol mexicano, evidenciando su fragilidad mental y su complejo de víctima.

Un gol con la mano. ¿y que chingados? hasta los jugadores más vergas han metido mano para anotar en instancias mucho más importantes que un torneo doméstico mexicano. Un gol marcado, es un gol marcado y se chingó. ¿o alguien puso objetó cuando maradona -por mucho, el mejor jugador de futbol que ha dado la historia- metió un gol con la mano y hasta tuvo el cínico descaro de bautizarla "la mano de dios"?

No. Y el que proteste puede calzarse sus zapatillas rosas y largarse de puntitas a chingar a su madre.

El otro fue un golazo de toque de balón, al más puro estilo Atlista. Como los que han faltado a lo largo del presente torneo. Pero que hoy, para fortuna del equipo y la alegria de la afición, se hicieron presentes.

Kikín, 'San' Chelito, y compañía, tuvieron solo una probada, de lo que les espera en la liguilla, muy sobrados ellos con su juego, haciendo menos al rival, pues ahí tienen lo que sucede, pendejos.

Cruz Azul nos la pela.

Aguante el Atlas joder!

Victa iacet Virtus.

Dos.

Recuerdo el final. El último estertor, el último suspiro, el último beso, el abrazo al final. Recuerdo las últimas palabras que me dirigiste antes de darte la media vuleta y marcharte, hecha un mar de lágrimas. Cuando me dejaste solo con mi dolor, en ese lugar frio, sin saber que hacer.

Recuerdo el final de lo que fue nuestro amor, mi memoria esta llena de momentos, pequeños fragmentos como un rompecabezas que, puestos correctamente, cuentan una hermosa historia de dos personas que se amaban. Me encanta, me fascina rememorarlo, pues para mi, fue de las mejores cosas que me han llegado a pasar. Supongo que para ti no lo fue.

Ahora todo es distinto. Parece que has olvidado todo, que te pasó de noche nuestra relación. Ya olvidaste todas las caricias, todos los besos, los abrazos, los placeres y los amores que llegamos a compartir. Todas las risas, las lágrimas y los cómodos silencioas de los que fuimos cómplices. Ya has olvidado todo, se ha perdido en la noche de la nada, se ha convertido en polvo.

Todo es diferente, ese olvido, tan selectivo y conveniente, te orilla, te provoca a hacer cosas de verdad insoportables, intolerables, cosas que nunca pensé de ti, pues te conocía -y conozco-, pero que, en realidad, no me sorprenden, y las soporto, por que agradezco, de sobremanera, todo lo que me diste.

Soporto tu frialdad, tu indiferencia, pues supones que ahora me acerco y que estoy contigo, por que no puedo vivir sin ti, crees que busco tu paciencia, tu misericordia, y que trato de extraer esos últimos destellos del cariño que sentías por mi.

Soporto el que me evites, dándome excusas infantiles, sacándole la vuelta a todas las situaciones, usando la más sucia y deshonesta cortesía, para explicarme, como no queriendo, que no deseas verme.

Soporto que te pavonees con él -y todos los otros- haciéndome ver lo feliz que eres sin mi, lo sencillo que ha sido olvidarme, y lo dichosa que ha sido tu vida desde que me dejaste, pues no estás sola.

Soporto tu silencio, incómodo como una piedra en el zapato, y la distante y fría sensación que me deja esta nueva fase de amistad, cada que estamos juntos, cada que nos encontramos.

Todo esto lo soporto, por puro agradecimiento.

Lo que no soporto, es en lo que te has convertido. No tolero el verme convertido en la razón de tus lágrimas, en la pesadez de tu existencia, en el némesis de tu vida, en el azote de tu dios inmisericorde.

No soporto el verte tratando de substituirme -de la manera más patética y peliculesca- con la premisa de sanear las pérdidas acompañada.

No soporto que te hundas en las drogas y en el alcohol cada que me ves, que hagas un teatro y saques de tu repertorio toda clase de ridiculeces "para darme celos".

No soporto que te escudes en la inmunda excusa de que te falta cariño, causando lástimas, largarte a tu casa y encamarte -llevándotelo entre las patas, diría mi santa madre- con el primer pendejo que tuviste a bien entontrarte en un bar.

De verdad espero que todo lo que estás haciendo, te traiga alguna solución, alguna satisfacción, que saques algo bueno de ello. Pues el simple hecho de verte hacerlo, me entristece, mancha la memoria, el recuerdo que tengo de los dos, haces que me arrepienta amargamente de lo que tuvimos, de lo que fuimos alguna vez.

Ahora, si estoy equivocado, y en verdad soy yo, mi recuerdo tormentoso, mi aciaga memoria, lo que te causa todo esto, entonces, evocando a toda súplica jamás brindada, te lo pido, olvídame de una vez.

No me conviertas en algo que me repugna, que me da asco ser: Un cliché, un personaje de serie televisiva, de película cursi gringa, un villano, en un mounstruo. En una irreal caricatura, cuando sabemos que lo nuestro fue real y verdadero.

Para de sufrir, por favor, olvídame.


Victa iacet Virtus.

jueves, abril 14, 2005

Uno.


Fue condenada a muerte.

El juez dictaminó su sentencia: La guillotina. Un castigo poco común para ese tiempo. La gente aclamaba, eufórica y satisfecha, la sentencia. La familia, desesperanzada y resignada, esperaba lo peor. Ella, la condenada, con los ojos cerrados, sólo rezaba en voz baja, ininteligiblemente.

Cuando estuvo recluida en su celda, nunca se escucho un ruido, nunca hablaba, no decía nada, arrodilada, apoyada sobre su catre, y con las manos juntas, sólo rezaba, ininteligiblemente.

Cuando le traían la comida, a duras penas bebía algo o probaba bocado, el baño estaba limpísimo, por falta de uso. No se entretenía ni se distraía con nada, nunca un dibujo, una carta, un avión de papel, una cancion silbada. Nada. Ella solo rezaba, rosario en mano, ininteligiblemente.

Por el tiempo que duró su estancia ahí, jamás se le escucho articular palabra. Nunca pidió nada, ni hablo con nadie, ni los guardias ni con otros presos. Jamás atendió a sus familiares y amigos que se tomaban la molestia de ir a visitarla. Ella solo rezaba, con los ojos cerrados, ininteligiblemente.

Su última comida, fue un vaso con agua y una hogaza de pan. Y la pidió por escrito, con estrictas intenciones de no romper su voto de silencio. El cual rompia solo para rezar, en voz baja, bajísima; ininteligiblemente.

Llegó el día de su muerte, caminaba encadenada de manos y pies, con dos guardias y el verdugo escoltándola hasta el lugar de su muerte, jamás dijo nada. Ella, concentradísima, solo rezaba, ininteligiblemente.

En el momento de su ejecución, con el cuello entre las dos piezas de madera, por donde pasaría, delgada y veloz, la cuchilla que le quitaría la vida -y la cabeza- se apreciaba en su cara un rictus de tranquilidad, de sobrada confianza, de felicidad, hasta de cinismo. Ella sonreía, enseñando sus dientes como perlas, con los ojos cerrados...

Entonces sucedió. Rápida y efectiva, la cuchilla de la máquina mortal cortó de un tajo su cabeza, sin derramar una sola gota de sangre. Su cabeza dió una vuelta en si misma y cayó sin vida en la cesta junto al artefacto de muerte, con la cara hacia arriba y los ojos cerrados.

Cuentan los que lo precensiaron, que la cabeza, después de cortada, aún movía los labios, como recitando una oración ininteligible...

Victa iacet Virtus.

martes, abril 05, 2005

Despedida.


Me voy.

Me voy por que no puedo estar en paz conmigo mismo, ni agusto en ningun lugar. Me voy por que los fantasmas no me dejan tranquilo y ya no puedo seguir más.

Aunque no son fantasmas 'per se', son más bien, figuras corpóreas, transparentes e intangibles. Se materializan en cualquier momento, en cualquier lugar, listos para torturarme, para burlarse de mi y de la piltrafa en la que me he convertido. Se parecen a ti y a mi. Son como nosotros, iguales, idénticos. Son nuestros gemelos incorpóreos.

Es desgastante. A cada momento se materializan, al doblar una esquina, al entrar al salón en la escuela, mientras manejo, cuando como, cuando pisteo, cuando me fumo un cigarro, cuando te busco y no estás, cuando voy al parque o cuando veo televisión en casa. Cuando voy a un bar a marearme con whisky, cuando estoy escuchando música, cuando me baño, o cuando estoy apunto de dormir. Me persiguen a todos lados, a todas partes, a donde vaya, están. Solo me dejan en paz cuando duermo, o cuando, por suerte no estoy en la ciudad.

Los fantasmas vienen, se quedan, se burlan y me hacen sentir miserable. Más cerca o más lejos, se hacen sentir Son permanentes y su tortura es inevitable e incansable. Rápida e inmisericorde. Su tortura es lo que más me duele y me hiere.

Ellos hacen que me mire a mi mismo, feliz y vivo. Como cuando estaba contigo, cuando te amaba y me amabas, cuando el tiempo no nos alcanzaba, cuando te reías de mis chistes y yo de los tuyos. Cuando adoraba cada cabello en tu cabeza, cada gesto que hacías, tu amplia sonrisa de dientes imperfectos, tus hermosos ojos y las miradas que me dirigías. Me hacen ver cuanto te quería, cuando te abrazaba y no quería soltarte, cuando te besaba y no quería que terminara. Cuando me cagaban la luz verde en los semáforos y amaba pararme en luz roja. Cuando nos poníamos de cachondos y los dos nos distrutabamos horrores y por horas. Cuando te seguía a donde fuera -al infierno, incluso y aunque suene a cliché- y 'donde fuera' era perfecto, por que estaba a tu lado y estabas a mi lado. Cuando te miraba y me perdía. Cuando sonreías y me derretía. Me hacen mirar mi sonrisa idiota. Me observo siguiéndote, con la boca abierta y el corazón alegre. Y observo, también, a mis pobres esperanzas bailarinas, haciendo fiesta, felices, contentas, y borrachas de amor.

Me torturan también, haciéndome verte, tan brillante y cálida, tan bella -por fuera como por dentro-, cuando hablábamos por horas y nunca terminabas de sorprenderme, siempre aprendía algo de ti; cuando ibamos al cine, cuando estabamos en mi casa o en la tuya, solos, aplastados, viendo algún programa o alguna pelicula, cuando pisteabamos juntos tu y yo, cuando me decías "te quiero" y cuando me pedías que te abrazara o que te besara y nunca me negaba. Cuando nos quedábamos en silencio, mirandonos solamente. Cuando me hacen verte, con el cabello suelto y removiéndose con la brisa, tus manos delicadas, tu piel suave y ese dejo que te cargas al hablar.

Me muestran mi felicidad perdida. Me enseñan el que era. Al que te amaba, al que era feliz, al que pensaba en nuevas formas de sorprenderte, al que creyó en los milagros mientras estuvo contigo. Me hacen ver a alguien que pensaba que valía la pena vivir. Que vivir estaba bien. Por que tu sola presencia hacía que todo valiera la pena.

Estos fantasmas se han convertido en mi cruz, mi tortura, en la pesadez de mi existencia. Con sus risotadas estertóreas y su sonrisita zocarrona y transparente, burlóndose de mi miseria. Y ya no puedo seguir.

Por eso me voy. Por que no puedo soportar el haberte tenido y después perderte. Por que te quiero de regreso.


Fin.


Victa iacet Virtus

lunes, abril 04, 2005

El Paseo.


Ayer saqué a pasear a mi perro. Lo llevé al parque.

Golio es un perro muy jugetón, le gusta correr, le gusta ir a traer la vara, la pelota, el frisbee y en general, lo que le avientes. Le encanta que lo lleve al parque a retozar en la hierba.

Golio es muy noble, se alegra mucho de verme siempre que llego de la calle, cuando oye el auto aproximarse, ladra. Y cuando entro, me recibe brincando, olisqueandome y lamiendome la mano.

Golio es muy listo. Cuando tiene hambre o sed por que se le terminó la comida, Golio me trae su plato. Cuando quiere salir a la calle, trae su correa. Y cuando quiere ir al patio, rasca la puerta para que le abra y pueda salir a 'marcar su territorio' o bien, 'a ponerle abono a las plantas'.

Golio es muy fiel y obediente. Me sigue a todas partes de la casa, si estoy en la estancia viendo televisión, ahi esta Golio conmigo, echado a un lado del sillón, dormitando, o solamente viendo las imágenes que no comprende. Si estoy en mi cama, va y se acuesta a los pies de la misma, acompañandome. Si voy a la cocina, me acompaña, y me rasca la pierna para que le de un trozo de jamón o de pan.

Golio come mucho. Come de todo lo que le des. Lo que se te ocurra, Golio se lo come. Recuerdo una vez que traje una caja de chiles verdes de la central de abastos, los puse en el suelo y salí de la casa a traer más cosas. La caja ahí se quedó. Después de un rato, recordé la caja y bajé para meter los chiles al refrigerador. Al bajar, encontré la caja abierta, pedazos verdes, semillas, venas y demás restos de chile en el suelo y a Golio lamiéndose la boca y buscando agua en su plato, que ya se había terminado el pendejo.

Golio es un Rottweiler, negro y brilloso, como acabado de bolear el culero. Golio es un animal muy simpático, afable, muy buen perro. Como lo quiero al cabrón.

Es por eso que de vez en cuando, lo llevo al parque a que corra, juegue y a que le de el aire fresco de la tarde de estos dias templados tan ricos.

Mientras Golio corría en el parque me senté en el pasto a verlo correr y a aventarle la pelota azul de raquetbol para que luego me la trajera. Derrepente, unos niños horribles llegaron a jugar al parque, relativamente cerca, y tuve oportunidad de verlos detenidamente, eran 2 lepes sucios y malolientes:

Uno de ellos -el mayor- vestía unos pantalones de mezclilla extremadamente sucios de comida y mugre -alcanzé a distinguir manchas de catsup, mayonesa y lo que creo que era lodo, en sus muslos- la camiseta, puerquísima, lucía una mancha café seca, tenía lodo seco en los tenis, la cara manchada, sobretodo alrededor de la boca. El mocosete comía una substancía crasa -especie de tamarindo- que sorbía directamente de una bolsita que sostenía en sus manos sucias y pegosteadas, llenas del mismo dulce que no soltaba.

Otro de los mocosos -el menor-, vestía unos pantalones de pana color caqui, rotos de las rodillas, y una camisa azul, raída y descolorada. Tenía el cabello revuelto y duro, como si no se lo hubiera lavado en días, la cara sucia y mocos secos en una de sus fosas nasales -la izquierda para ser exactos-, de la otra salian mocos líquidos que no sorbía y, cuando caían arriba de sus labios, las comía con la lengua. Se veía mal, enfermo, como si tuviera un cuadro de gripa muy avanzado o una alergia, no dejaba de estornudar, hacía un ruido desagradable al respirar y tenía lagañas horribles en los ojos, supongo, por la alergia transmitida a los ojos.

Jugaban con un balón de fútbol desgajado y gris, lo pateaban sin sentido u objetivo alguno, pateaban por patear, nada más. En eso, el balón se les fue y cayó por donde me encontraba sentado. Lo mande de regreso chutándolo fuertemente, para que fueran por el y nos dejaran a mi y a mi perro en santa paz. Pero no se movieron. Sólo se quedaron mirandonos a mi y a Golio.

Fue entonces, cuando los mocosos se acercaron, mi perro comenzó a gruñir, después a ladrar, como advirtiéndoles al par de sucios que no se acercaran, pero no se detenían. No le temían a mi perro, con todo y la fama que tienen los pelos de su raza de ser muy bravos, dejando aparte sus poderosos ladridos que intimidan al cartero y despiertan a los vecinos cuando hacen la siesta a media tarde, o cuando llego de la peda en la madrugada a mi canton.

Llegaron pues, a donde nos encontrábamos Golio y Yo. El mocoso sucio le ofreció del asqueroso dulce a mi perro y el, porsupuesto, no se negó. Acercó el hocico para poder oler la comida que le era ofrecida y si era agradable, comersela. Estaba apunto de soltar mordida cuando el mocoso quitó repentinamente la mano, asustando a mi perro y a mi, Golio gruño disgustado, por lo repentino del movimiento y por que en realidad a nadie le gusta que le quiten el bocado. Y a Golio. Menos.

El mocoso seguía ofreciendo comida a mi perro y quitándosela, lo cual lo disgustaba cada vez más, mientras, el otro lepe estaba en la pendeja: tenía la mirada perdida en algún punto del espacio, completamente ido, con los mocos escurriéndole de la nariz y la saliva cayendo lentamente de su boca. Se estaba sublimando el pendejo, en otro 'plano astral'. Su mal olor -como a mierda- era perceptible pero detectable mientras estuvo retirado, ahora, cerca de mi, era insoportable.

El pendejo mocoso seguía en su trance mientras su hermano seguía jodiendo a mi perro. Entonces sucedió. Mi perro se avalanzó sobre el, tratando de quitarle el dulce. Le mordió la mano, bueno, siendo justos, se la arrancó. El mocoso chillaba desesperado, después Golio olió el dulce en su cara, y también lo mordió ahí. Dejándolo sin nariz al instante. El niño se desmayó por el dolor.

A mi orden, Golio se quitó inmediatamente y dejó al pobre culero por la paz. Mientras el otro mocoso continuaba perdido en la inconmesurabilidad de la nada. Golio me miraba.

Unas mujeres comenzaron a gritarme que Golio había matado al mocoso, pero eso no era cierto, pues todavía respiraba. Luego me increparon más cosas que no recuerdo pues, francamente, no les estaba prestando atención. Creo que me gritaban cosas como "pobre niño" "ese perro es satanás" y pendejadas parecidas.

Harto, pero sin perder la compostura, y con mi voz más galante y mi tono mas dulce, les contesté un: -¿Son hijos de alguna de ustedes?-, -No- contestaron a coro -Entonces no estén jodiendo- Acto seguido seguí mi camino fuera del parque, junto a Golio.

Sentí un escalofrio, me di vuelta, y lo que ví, me perturbó: El otro niño había salido de su trance y miraba sonriente a su hermano agonizante, bañado en sangre, entonces miro a Golio todavía sonriendo. Mi perro, espantado, comenzó a gruñirle, esta vez sonaba enfurecido, como si la sonrisa del mocoso fuera una amenaza. En ese momento, el sucio lepe comenzo a reir. Mi perro estaba muy asustado entonces y se puso detrás mio, como si esperara que yo lo protejiera, en lugar de el a mi.

Entonces me miró. Todavía reía, y su cara era horrible, su risa maniaca, y esa especie de jadeo perturbador que hacía cada vez que tomaba una bocanada de aire para seguir riendo. No me había dado cuenta -por las lagañas, supongo-, que sus ojos eran horribles, su ojo izquierdo estaba completamente bizco, con el ojo que le quedaba me miraba fijamente, sus pupilas negras completamente dilatadas.

Comenzo a reír más fuerte. No dejaba de mirarme. Golio le ladraba. Y el no paraba de reir. Luego le escuche decir algo así como? "tendgo fío, pedd ddito"

En ese momento desapareció.

Busqué a la demás gente, y no había nadie. Más que Golio y yo en el parque, en silencio, Golio lloraba quedamente, Yo no podía creer lo que acababa de pasar. No me lo explico, fue algo sobrenatural, prefiero no complicarme: ¿para que buscarle si no tiene explicación?

Me encogí de hombros. Luego le dije cariñosamente a Golio, que seguía asustado:

-Ven Golio, vamos a casa.

Y me obedeció. Aunque después de esto, Golio nunca fue el mismo, pues ya no sale más que al patio a cagar y es raro, ahora vive dentro de la casa, le da miedo salir y pasa mucho tiempo viendo por la ventana, como si estuviera observando a alguien, que lo esta observando a su vez...

Fin


Victa iacet Virtus